La energía del viento
está relacionada con el movimiento de las masas de aire que se desplazan de
áreas de alta presión atmosférica hacia áreas adyacentes de baja presión, con
velocidades proporcionales al gradiente de presión.
Los vientos son
generados a causa del calentamiento no uniforme de la superficie terrestre por
parte de la radiación solar, entre el 1 y 2 % de la energía proveniente del sol
se convierte en viento. De día, las masas de aire sobre los océanos, los mares
y los lagos se mantiene en frías con relación a las áreas vecinas situadas sobre
las masas continentales.
Los continentes
absorben una menor cantidad de luz solar, por lo tanto el aire que se encuentra
sobre la tierra se expande, y se hace por lo tanto más liviana y se eleva. El
aire más frío y más pesado que proviene de los mares, océanos y grandes lagos
se pone en movimiento para ocupar el lugar dejado por el aire caliente.
Para poder aprovechar la
energía eólica es importante conocer las variaciones diurnas y nocturnas y
estacionales de los vientos, la variación de la velocidad del viento con la
altura sobre el suelo, la entidad de las ráfagas en espacios de tiempo breves,
y valores máximos ocurridos en series históricas de datos con una duración
mínima de 20 años. Es también importante conocer la velocidad máxima del
viento. Para poder utilizar la energía del viento, es necesario que este
alcance una velocidad mínima que depende del aherogenerador que se vaya a
utilizar pero que suele empezar entre los 3 m/s (10 km/h) y los 4 m/s (14,4
km/h),
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